Ruta Urbana



Cartel Inaguración año 2013

El desarrollo urbano de Pola de Laviana*
Luis Benito García Álvarez


1.La evolución histórica de la villa.

En las postrimerías de la Edad Antigua, las antiguas villas de labor tendieron a transformarse en aldeas; núcleos que se erigirán en la unidad de población básica de Asturias durante la época medieval y moderna y que tendieron a integrarse en unidades territoriales más amplias tales como valles o comarcas. En el medioevo, pues, se asiste a la fijación de algunos rasgos importantes de la identidad asturiana, y en el ámbito local será el periodo en el que aparezcan y se consoliden la mayor parte de las unidades de poblamiento que han pervivido hasta nuestros días. Laviana aparece ya referenciada como centro vertebrador del territorio en la Alta Edad Media, ello se puede colegir del hecho de que cuando en el año 890 el monasterio de Sahagún recibe en donación una villa en Oviñana, se dice que se encuentra en el territorio de Laviana, por lo que el concejo de Sobrescobio aún no se habría perfilado como unidad autónoma perteneciendo a su vecino.
Será desde el siglo XI cuando se comience a ordenar el territorio en una serie de circunscripciones administrativas, más visibles allí donde el poder monárquico se hacia más patente, reapareciendo los valles o territoria según una pauta en la que comienzan a prefigurase los actuales concejos, que se convertirían así en el centro de la vida local y gozarían de competencias en todas las cuestiones que no atendiese el poder real o señorial del que fuesen dependientes. Se ocuparán, en efecto, del aprovechamiento comunal de los pastos, de la explotación de los recursos fluviales, de la gestión de los bosques, de la declaración del usus terrae (costumbres de la tierra), de cuestiones tributarias y patrimoniales, de la resolución de asuntos vecinales de límites y propiedades y de fijación de pesos y medidas, disfrutando de una relativa autonomía concejil que tendría a menguar cuanto más próximo se hallaban los centros de poder.
En el transcurso de los siglos XII al XIV la periferia norteña conocerá una intensa y programada política de promoción urbana por parte de los sucesivos monarcas que, atendiendo a la llamada de la activación del tráfico comercial atlántico, quedaría patentado en un programa de repoblación urbana de las tierras norteñas y que arrancaría cuando Alfonso VII el Emperador confirmaba en el año 1155 el fuero de Avilés del siglo XI que había sido otorgado por Alfonso VI, al igual que el de Oviedo. Fruto de tal impulso repoblador florecieron una buena cantidad de burgos, villas o pueblas nuevas, cuya calificación urbana se fundamentaba en el disfrute de una autonomía municipal y de un derecho local privilegiado; y en la doble función integradora que llevarán a cabo respecto a sus entornos rurales: político-administrativa, en cuanto se convierten en capitales y centros jurisdiccionales del distrito; y económica, al centralizar la actividad mercantil e industrial. Todo ello respondiendo a una programada política de asiento de comunidades, reordenación de la población y reactivación económica. En su consolidación, la incorporación de nuevos moradores se realizaba a través del hecho del avecinamiento; y sólo quien gozaba de la condición jurídica de vecinos quedaba asimilado a la comunidad, beneficiándose de los derechos que acarreaban tal condición. Tal derecho se configura a través de una liberación de servicios y cargas señoriales como un privilegio fundado en la libertad.
Un hecho reseñable es el que, pese a que en muchos casos se tratase de núcleos de muy reducidas proporciones, la administración y la instalación de oficios les otorgaría cierto rango urbano que les distinguiría de los pueblos circundantes. Su establecimiento constituyó un elemento hondamente dinamizador de los tradicionales y arcaizantes moldes vitales del país y mejoró la condición jurídica y social de una buena parte de la sociedad asturiana. También se puso de manifiesto la tendencia a garantizar la paz interior y poner coto a los desmanes de la nobleza, ganándose de paso súbditos para el rey. Se desconoce la fecha exacta de la concesión de la carta de puebla a Laviana, aunque J. I. Ruiz de la Peña, en su monografía dedicada al tema, sitúa este hecho en las postrimerías del siglo XIII. Durante el reinado de Juan II, en el año 1400, la Pola se califica ya como villa, gozando a principios del siglo XVI de potestad para elegir representantes en la Junta General del Principado.
Una de las fuentes más relevantes para conocer la realidad socioeconómica del país en el siglo XVIII la constituye el catastro de Ensenada, testimonio de importancia crucial elaborado con el nombre de “Estadística de la riqueza de toda índole y de la población de las ventidos provincias de Castilla y León” y encargado, a mediados del siglo XVIII, por Fernando VI a su secretario del Despacho de Hacienda Cenón de Somovilla, marqués de la Ensenada, quien proyectaba, en un afán racionalizador, reducir a una única contribución las rentas provinciales (millones, alcabalas, cientos, servicios ordinarios y otros agregados). A la vista de los datos contenidos en éste, el comercio lavianés se centraba en las seis tabernas existentes, celebrándose un mercado semanal los jueves. Las profesiones liberales se concretaban en un abogado, dos cirujanos, cuatro escribanos y dos vendedores de tabaco. Moraban el concejo, según la información contenida en el catastro, once clérigos y cuatro pobres de solemnidad.
Contaba el municipio a mediados del Siglo de las Luces con 657 vecinos, 11 viudas y 78 solteros; y al concluir la centuria el interrogatorio de Tomás López elevaba la cifra a 1000 vecinos, aunque, eso sí, teniendo en cuenta la población de los cotos de Villoria y Tiraña. Se podría deducir, por consiguiente, que el número total de pobladores se situaría entre los 3.000 y los 4.000. Si se tiene en cuenta que en el censo encargado en 1594 por Felipe II el concejo contaba con unos 500 vecinos pecheros y 2.500 habitantes, la cifra se habría casi doblado durante aquellas dos centurias.
Superados los siglos que conforman la Edad Moderna, la insurrección antinapoleónica de 1808 daría lugar a un nuevo periodo en el que la guerra de resistencia nacional evidenciaría los primeros intentos de desmontar las anticuadas estructuras del Antiguo Régimen. Durante el reinado de Isabel II, el mantenimiento de las estructuras propias de aquél se hizo insostenible y acabaría por consolidarse el proceso de revolución burguesa. Ante todo, y en lo que a este escrito pudiera interesar, en esta etapa se iniciaría una profunda remodelación de los consistorios. Durante la Guerra de la Independencia, en efecto, la administración local de la provincia se confió a los ayuntamientos constitucionales, dándose los primeros pasos hacia la implantación del liberalismo en los municipios.
La expansión del nuevo régimen local, en cualquier caso, no se vería exenta de dificultades, y se prolongaría extraordinariamente en el tiempo en virtud del elevado número de concejos —divididos a su vez en numerosas parroquias—. Los nuevos ayuntamientos debían conformarse en todas las poblaciones que superasen los mil habitantes, aunque contemplándose la subsistencia de los ya existentes. Tal circunstancia acarreó diversos conflictos de integración. Por ejemplo, con los cotos y jurisdicciones que aún nombraban sus oficios. Las cortes gaditanas, es necesario recordarlo, abolieron los puestos concejiles y municipales del Antiguo Régimen copados por la nobleza y se decretó que todos los vecinos varones podían ser elegidos como concejales y alcaldes. El Ayuntamiento se convirtió, dentro de la organización del Estado Liberal, en el eslabón básico de la nación.
Para ilustrar la evolución del municipio durante este periodo el recurso al Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico de España y sus posesiones de Ultramar, conocido popularmente como “el Madoz” y elaborado entre 1845 y 1850, se torna indispensable. Por los datos que en él se recogen se puede conocer que Laviana, cabecera del partido judicial que agrupaba además a los concejos de Aller, Bimenes, Caso, Sobrescobio, San Martín del Rey Aurelio y Langreo, contaba en aquel momento con una población de 1196 vecinos y 4913 almas. Laviana, en efecto, era cabeza de partido judicial desde 1835 —un año antes se creaba en España la división siendo la base para los distritos electorales y la contribución—, lo que no dejaría de ejercer una atracción sobre los concejos limítrofes redundando en un incipiente desarrollo urbano pese a la preponderancia de la economía agropecuaria. En 1893 se incorpora al partido de Oviedo, recuperando su condición en 1896 a consecuencia de las numerosas protestas que tal decisión generaría, aunque perdiendo la jurisdicción sobre el concejo de Bimenes que pasa a depender del partido de Siero.
Se sabe, además, que la red viaria se hallaba conformada por una maraña de caminos vecinales en mal estado y por el camino real que desde Langreo se dirigía a Castilla a través de los puertos de San Isidro y Tarna, que igualmente se hallaba en franco estado de deterioro. Las producciones locales se encontraban representadas por especies tales como la escanda, el trigo, el maíz, las habas, las patatas, las legumbres, las hortalizas, el lino, el cáñamo, las castañas, las avellanas, las nueces, las peras, las manzanas, y algunas otras frutas. Se obtenían también pastos y maderas de haya, roble, castaño o abedul. La cabaña ganadera, por su parte, se encontraba formada por ejemplares de vacuno, equino, porcino, lanar y cabrío. Se contaba, además, con los nada desdeñables recursos cinegéticos y piscícolas, abundando las truchas, las lampreas y las anguilas; amén de otros peces.
La industria continuaba estando limitada a los molinos harineros y los telares de lienzos ordinarios y el comercio consistía en la exportación de avellanas y en la importación de géneros de vestir y comestible, que se solían adquirir en el mercado semanal de los jueves en los que se negociaba con una buena cantidad de granos, ganados y manteca, así como con alimentos varios, paños y otros efectos. Existía por esta época una escuela de primeras letras en el concejo y el correo local se recibía semanalmente desde Pola de Siero.
Tras la experiencia revolucionaria, la llegada de la Restauración supuso un alivio para las élites sociales regionales, ya que la instauración del sistema de turnos en el gobierno, los pucherazos electorales y la extensión del caciquismo, sobre todo en las zonas rurales, no dejaba de significar para éstas una buena dosis de tranquilidad. Los conservadores, que contaban además con el apoyo del clero, mantendrían un control férreo sobre el voto campesino. Será en este contexto cuando, desde mediados de la década de los ochenta, se afiancen las bases económicas del capitalismo gracias al despegue de la industrialización.
La Pola contaba a finales de siglo, según los datos contenidos en la monumental Asturias de Octavio Bellmunt y Fermín Canella cuyo capítulo dedicado a Laviana había sido encargado a Eladio García Jove, con 223 vecinos y 1.415 habitantes; Tiraña con 306 vecinos y 1.249 habitantes; Villoria 387 y 1.588 respectivamente; Tolivia, que se había desmembrado de la anterior parroquia y formado la suya propia en 1886, contaba con 138 vecinos y 671 almas; Lorío con 304 y 1.341; el Condado 237 y 1.009; Entralgo 55 y 275; y Carrio, por su parte, con 60 y 266. La población total del concejo, por consiguiente, se elevaba a 7814 habitantes; aunque por esta época González Aguirre elevaba el número de moradores del concejo a una cifra próxima a los 8.500, a la vez que señalaba que, a consecuencia del desarrollo minero del municipio, la población se había casi duplicado desde 1850 cuando se estimaban 4.913 pobladores.
Este desenvolvimiento industrial se plasmaría, como no podía ser de otro modo, en el desarrollo urbano del concejo, que a la altura del cambio de siglo ofrecía cómodas fondas, elegantes cafés, dos buenas farmacias, comercios bien surtidos, almacenes y fábricas de sidra. El Diccionario geográfico de Asturias de González Aguirre, publicado en La Habana en 1897, señala la existencia en la villa, a la que define como de primer orden, de elementos que apuntan a la consecución de unos perfiles decididamente urbanos, tales como la existencia de casino, bancos, hotel y restaurante, casas de comercio, fonda y posada, almacén de harinas, tiendas de ropa, de víveres finos, quincallería, librería, tiendas de ultramarinos, fábrica de manteca y queso, tahonas, zapaterías y sastrerías. Era en la cabecera municipal donde se fijaba la residencia del alcalde, del juez de primera instancia, del administrador económico, del jefe de telégrafos, del registrador de la propiedad, del ingeniero de minas y del médico. En 1884, a su vez, se extendía el servicio de ambulancias de Sama a Laviana. La actividad extractiva, sin duda, había facilitado la evolución de una pequeña villa a un núcleo de considerable entidad en un corto lapso de tiempo.
Un signo de verdadera modernidad lo constituía el hecho, por ejemplo, de que se comenzasen desarrollar prácticas de sociabilidad formal asociadas al ocio y al deporte; y Laviana contaba, en fecha tan temprana como 1897, de un club velocipedista. Incluso se llegó a contar con órganos de expresión propios, la revista mensual el Porvenir de Laviana, que iniciaba su andadura en octubre de 1890 y prolongaba su publicación a lo largo de tres años “ocupándose de todo aquello que acontecía en los territorios que comprendía el partido judicial”. De efímera trayectoria, en 1892 se editaba el periódico humorístico ¡Ahí va eso!; y, por último, entre 1896 y 1897 veía la luz la revista Laviana que, al igual que El Porvenir, fue fundada y dirigida por Eladio García Jove. Varios diarios de Madrid tenían corresponsal en la villa a consecuencia seguro de su condición de cabeza de partido judicial.
La principal infraestructura en materia de transportes la constituía la estación de ferrocarril de la que partía el tren hacia Gijón, que a su vez se cruzaba en Noreña con los Económicos (Oviedo-Santander). Ya en 1864 el diario madrileño La Época señalaba la necesidad de prolongar la línea de Langreo a Laviana, y el 13 de noviembre de 1881 la Junta General extraordinaria del Ferrocarril de Langreo acordaba la terminación del ramal hasta la Pola. Su puesta en funcionamiento tendría lugar el 18 de enero de 1885, habiéndose instalado previamente una estación provisional en Sotrondio. Su longitud era de 8.405,69 metros, y contaba con dos puentes metálicos para superar los arroyos de Carrocera y Tiraña, existiendo además cinco pasos inferiores metálicos y uno superior con una alcantarilla de 1,5 metros de luz. Se perforaban además tres túneles: el de la Oscura de 57,20 metros, el de Florida de 157,37 y el de la Angariella de 112,95; todos revestidos en toda su extensión con bóvedas de ladrillo de medio punto. Se habían levanta también varios muros de contención en diversos puntos.
En el extremo de la vía, y contigua a las primeras casas de la Pola, se había edificado la estación, previéndose un movimiento de considerable importancia y teniéndose en cuenta que era un establecimiento cabeza de línea. Contaba el edificio de viajeros con planta baja y piso principal, almacén de mercancías con piso superior para viviendas del personal, muelle para mercancías, cargadero de carbón, cochera y casa de máquinas, bomba de elevación de agua y depósito.
Una de las más importantes realizaciones en el desarrollo de los transportes lavianeses sería la puesta en marcha del tranvía popularmente conocido como “La Campurra”. En 1919 el empresario Cándido Blanco Varela solicitaba en la autorización para sustituir el motor de sangre por el de vapor en el tranvía del camino de Lorío a Rioseco del que era concesionario desde 1917. Efectivamente, el 15 de agosto de 1921 se ponía en circulación el trenecillo de vapor de Laviana a Rioseco con un recorrido total de 15 kilómetros. Los requisitos que las autoridades habían impuesto para su licitación eran que hubiese dos trenes diarios descendentes y dos ascendentes que enlazasen a primera y a última hora con el ferrocarril de Langreo, y que no superase una velocidad de ocho kilómetros hora. Este tren minero vino a sustituir los sistemas de tracción animal que transportaban la hulla y el hierro de las explotaciones de Laviana y Llaímo, en el vecino concejo de Sobrescobio. Se transportarían también pasajeros, suplementándose así los servicios que la empresa de automóviles El Carbonero ofertaba entre Laviana y Caso desde 1927, línea que también unía el municipio con Oviedo. A finales de esta misma década, de todos modos, el servicio pasaría a ser propiedad de Cementos Fradera. Pese a que esta firma no tenía intereses en el territorio coyán, una orden gubernativa la obligaba a mantener el servicio íntegro, lo que aprovecharía la sociedad Duro Felguera, que la utilizó para transportar el hierro de Llaímo hasta el cierre de la explotación en 1967. En 1950, a su vez, una orden ministerial la incorporaba al Montepío Nacional de Previsión Social.
Este trenecillo aumentaba sus servicios en verano para acercar a la gente de las villas vecinas a las zonas de recreo del Alto Nalón, con lo que se fomentaban la práctica de las formas de ocio y la sociabilidad informal. La máquina era estruendosa y se producían constantes vuelcos y accidentes, constatándose también muertos y heridos por atropellos. En los años cincuenta llegó a caer al río, y en la década siguiente eran frecuentes las denuncias desde la prensa regional del precario estado en que se encontraba. Desaparecía finalmente en 1968, al poner fin las extracciones de Fradera.
La carretera de Caso-Oviedo, pasando a hablar del tráfico rodado, acabaría configurándose a su paso por la población, como la principal avenida de la capital, el diario nacional La España reseñaba en 1866 el buen ritmo al que avanzaban las obras de esta vía. La carretera que unía la Pola con el concejo de Aller, por su parte, se incluía en el Plan General de Carreteras de 1889, culminándose el tramo que faltaba entre la Pola y Tolivia en 1917 y licitándose aún tramos entrados los años treinta del pasado siglo, aún en 1929 se reclamaba desde el diario madrileño La Libertad que se finalizase el correspondiente a Cabañaquinta. Tales demandas no eran en modo alguno de nuevo cuño, en 1923, por citar un caso, partía de Laviana una comisión a Madrid a fin de solicitar carreteras y otras mejoras en el concejo. Se contaba también con la carretera a Nava, que se había comenzado a construir en las últimas décadas del siglo XIX.
En el primer plano histórico conocido de la urbe, el Atlas de Francisco Coello (1870) cuya realización pudo estar a cargo de Martín Ferreiro, se observa como el poblamiento se concentra en torno a dos plazas —la nueva y la vieja—. En este momento la función administrativa se encuentra plenamente asentada y va cobrando relevancia la función mercantil. Tales realidades quedan confirmadas en el plano que el ingeniero Enrique Galán realiza en 1909 y en el que refleja nuevos edificios y plazas, constatándose como el nuevo ayuntamiento, la nueva iglesia y el juzgado se erigen como los principales espacios de referencia a la vez que van condicionando el plano. Estas construcciones poseen amplias plazas en su fachada principal y, en torno a ellas, irán surgiendo otras de nuevo cuño que ponen de relieve su centralidad en la expansión del trazado urbano.
Andando el tiempo, se debe señalar que, agotado el sistema que se había desarrollado durante la Restauración, se recurrió a la vía dictatorial que se plasmó en el gobierno del general Primo de Rivera. Una de las iniciativas de mayor fuste emprendidas por el régimen consistió en la transformación de la administración local, ya que, al disolverse los antiguos ayuntamientos en los que campaba a sus anchas el caciquismo, los municipios —por medio de sus propios recursos, y apoyados en algunos casos por las aportaciones de los indianos— se pusieron al frente de una modernización evidente en campos como las obras en pro del común —especialmente en lo que se refiere al arreglo de los caminos vecinales—; en el de la instrucción pública, creándose un buen número de escuelas y descendiendo de modo evidente el número de analfabetos; o las políticas sociales que se volcaban hacia las clase desfavorecidas, no sin buenas dosis de paternalismo. Se constataba, por ejemplo, una mejora efectiva de la pésima red de carreteras. El directorio, así pues, desarrollo la actividad municipal desde los presupuestos de un «municipalismo» que postulaba la eficacia frente a los encuadramientos ideológicos, ya que la política, según se postulaba, había llevado al colapso de las instituciones locales que sólo debían de velar por el bienestar de los vecinos. Esta reforma, que pretendía dotar a los ayuntamientos de un mayor grado de autonomía, no dejaría de estar alentada por una concepción organicista de clara estirpe tradicionalista y, pese a la mejora de la gestión y la racionalización de las inversiones, se constató muchas veces una aún mayor dependencia del poder central.
En cualquiera de los casos, la intensa actividad industrial registrada en Laviana durante aquellos años repercutiría, como es lógico suponer, en el desarrollo urbano de una villa que iría adoptando muchos de los rasgos que caracterizarían a las poblaciones modernas de cierto rango. La estructura urbana, de este modo, se asentaba definitivamente en torno a dos ejes paralelos que recorrían la localidad de Oeste a Este: la calle de Arriba y la Calle de Abajo. Una y otra aparecían, como documentan los testimonios de la época, flanqueadas por modernos edificios. La primera terminaba en la plaza del mercado de ganado, espacio de forma irregular en el que destacaba el edificio del juzgado de primera instancia. Éste estaba considerado como uno de los mejores de la provincia y disponía de servicios como locutorio, escuela, biblioteca, amplia sala de audiencias y cuartos de baño. Al lado del juzgado se ubicaba la cárcel, que había sido sometida por aquellas fechas a grandes reformas y disponía de amplias celdas con buen menaje y un amplio patio con frontón para el juego de pelota. La calle de Abajo, por su parte, se abría hacia la mitad a la plaza del mercado —hoy Fray Ceferino González—, regular y cuadrada, en cuyo centro destacaba el amplio kiosco de música, en ella se ponían a la venta los productos hortofrutícolas y las manufacturas. Desde ésta arrancaba la avenida que llegaba hasta la nueva iglesia, de grandes dimensiones e inaugurada en torno al cambio de siglo. En esta zona se localizaba también el nuevo ayuntamiento, amplio y funcional y en el que destacaba la gran sala de sesiones por su ornamentación y mobiliario. El alumbrado de la localidad se hacía a través de luz eléctrica y se consideraba bien distribuido pero de poca potencia y la seguridad ciudadana se hallaba garantizada por tres guardias municipales. Obviamente, como urbe en periodo de formación aún presentaba deficiencias notables, destacando en este sentido la pavimentación —problema común, por otra parte, a la mayoría de los núcleos regionales— de cantos rodados en las calles secundarias y de grava en las principales, que presentaban estrechas aceras. Esta deficiente pavimentación hacía que en época de lluvias las calles se convirtiesen en un barrizal. Tales problemas se extendían al abastecimiento de aguas, a los servicios de limpieza y a la evacuación de detritos. Cabe señalar, en esta dirección, el inusitado crecimiento del humilde pueblo de Carrio a consecuencia de las explotaciones hulleras que habían transformado por completo su fisonomía. El censo de viviendas de 1917 ofrece la cifra de 290 edificios en la Pola y 1.570 grupos rurales; el de 1926, por su parte, asciende a 342 fincas urbanas y 2427 construcciones en el resto de núcleos del municipio.
Respecto al periodo inmediatamente anterior el concejo contaba con veinte maestros, dos abogados, cuatro médicos y doce ayudantes facultativos de minas. Desde principios de siglo, además, se constataba un asentamiento de las modernas industrias del ocio. A la altura de 1908, en efecto, se documentan proyecciones cinematográficas en las ciudades asturianas más importantes y son habituales los cinematógrafos en Laviana. Se difunden hasta el municipio incluso las novedades del teatro psicalíptico, haciéndose patente las resistencias a la difusión de su moral relajada. Así pues, las hostilidades contra el género y contra el teatro anticlerical se constataban, por ejemplo, cuando se hacía fracasar la representación de Ruido de campanas, de Vicente Lleó, por atentar contra la moral de la iglesia. Las formas de sociabilidad formal también conocerían un sensible desarrollo más allá del desarrollo del movimiento obrero organizado en partidos y sindicatos. Ya se señaló que en el concejo existió uno de los primeros clubs ciclistas de la región, además se habían fundado sociedades de socorros mutuos, la Caja de Socorros de las minas de Barredos (1908); sociedades recreativas como El Recreo (1907); y sociedades instructivo recreativas como el Circulo Católico de Obreros (1897), el Centro Instructivo Obrero (1910) o el Centro Obrero Instructivo de Tiraña (1913) o Banda de Música al menos desde 1930, aunque la afamada Banda Infantil llevaba funcionando desde principios de siglo.
Como es de suponer, este desenvolvimiento tendría también su reflejo de la población del concejo. De este modo, si el censo de 1917 nos habla de 8.727 de hecho y 9.017 de derecho, el de 1926 arroja unas cifras de 10.950 y 11.710 respectivamente.
En 1925, José Pandiella, en calidad de corresponsal del rotativo madrileño El Sol, trazaba un retrato de la villa en el que describía los 248 edificios existentes ocupados por 350 familias, encontrándose morado el núcleo por más de dos mil personas —en 1931 El Noroeste habla de 274 edificios y más de tres mil vecinos—. Resaltaba la importancia del juzgado y del registro de la propiedad; así como el desenvolvimiento minero del concejo. Señalaba también la entidad del comercio, con dos casas de banca; así como los saltos de agua, la administración de correos, la estación telegráfica y los dos puestos de la Guardia Civil. La única queja que manifestaba se debía a la carencia de teléfono, cuando las autoridades, comerciantes y profesionales lo habían solicitado ya en 1918 ofreciéndose estos a costear la instalación de la centralita; lo que habían vuelto a hacer en aquel momento. En 1926 el alcalde era informado de la instalación de este servicio, habiéndose tenido en cuenta la importancia de la población, aunque no llegaría finalmente hasta 1929.
Por poblaciones la dimensión comercial y profesional del concejo podía resumirse en los datos que nos ofrece la guía de Álvarez y Gámez; aunque es importante tener en cuenta que se trata de un cuerpo incompleto en el que, por ejemplo, se echan en falta las mantequerías. Sirve, de todos modos, para hacerse una idea aproximada. Según el texto, en la Pola había cuatro abacerías —perteneciendo una a la Cooperativa Obrera—, cuatro abogados, dos almacenes de aceite, una sucursal del Banco Herrero, dos cafés, un almacén de carbones, cuatro carpinterías, un almacén de comestibles, tres confiterías, un establecimiento de curtidos, una droguería, dos farmacias, dos ferreterías, cinco figones, una fonda, una guarnicionería, dos panaderías, una casa de huéspedes, una administración de lotería, dos médicos, dos mercerías, notario, una paquetería, cinco procuradores, una relojería, dos sastrerías, dos fábricas de sidra, tres tablajerías, cuatro tiendas de tejidos, veterinario, cuatro almacenes de vino, una fábrica de yeso y una zapatería. En el Acebal había un figón. En Barredos había dos cafés económicos, un figón y una fábrica de sidra. En el Condado había una abacería de la Cooperativa agrícola y tres figones. En Entralgo había un café, un figón, un parador y una fábrica de sidra. En Tiraña había una fábrica de sidra, cuatro cafés, una carpintería, una tahona, un establecimiento de tejidos y dos fábricas de sidra. En Villoria había dos abacerías, un café, tres tiendas de comestibles, y una tahona.
El Anuario Regional Descriptivo, Informativo y Seleccionado de la Industria, Comercio, Agricultura, Profesiones, Arte y Turismo del Norte de España de 1932 informa de la existencia al menos de dieciocho abacerías, la sucursal de Banco Herrero, tres barberías, seis cafés, cuatro carpinterías, una tienda de cartuchos de caza, cuatro tiendas de comestibles, tres confiterías, un establecimiento de curtidos, una fonda, una funeraria, un horno de pan, una fábrica de lejía, tres establecimientos madereros, uno de materiales de construcción, dos mercerías, un molino, una tienda de muebles, una papelería, una negocio de pieles, un pintor, una relojería, tres sastrerías, un taller mecánico, seis tiendas tejidos y doce almacenes de vino.
Estas publicaciones, como se ha indicado, no dejan de ser incompletas aunque sirvan a la hora de hacerse una idea de la variedad de negocios y servicios a los que se podía acceder en la población. Tal información puede ser completada recurriendo a fuentes más escurridizas, y que en la mayoría de las ocasiones pasan inadvertidas, como son los anuncios insertos en la prensa. Por ellos se puede saber por ejemplo, que por las fechas a las que se está haciendo referencia, en la Pola se contaba también al menos con los servicios de un dentista, de un médico especialista en partos y un forense. Además, la casa de Esteban R. Canga no funcionaba únicamente como comercio de tejidos y ultramarinos, sino que era también casa de banca. Se tiene noticia, de otro lado, de dos hornos industriales de pan, la Panificadora Moderna y La Dolores; dos negocios de alquiler de automóviles; y tres fondas.
En resumen, Laviana había pasado de constituir un núcleo eminentemente rural a finales del siglo XVIII a transformarse en un concejo industrial —cuya principal actividad sería la extracción hullera— cuya capital había conocido un reseñable desarrollo urbano, no perdiendo en todo caso su carácter de cabecera comarcal campesina —cuyo reclamo se basaba principalmente en su mercado semanal y en la gran feria de octubre— y poseyendo un volumen comercial y profesional notablemente desarrollado gracias sobre todo a encontrarse en la villa el partido judicial que agrupaba a varios concejos del entorno.
En lo que concierne al periodo actual, se debe indicar que en 1929 se proyectaba el “Plano de urbanización y ensanche del Casco de Población de Laviana”, en el que se prefiguraba lo que sería el futuro desenvolvimiento de la villa. Una vez consolidado el espacio comprendido entre las calles de Arriba y Abajo continuaría la expansión en manzanas de forma regular, discurriendo el trazado viario, de tipo ortogonal, perpendicular a la carretera de Campo de Caso.
En 1953 aparece un nuevo proyecto el “Ensanche y Nueva Ordenación de Pola de Laviana”, obra del arquitecto Félix Cortina Prieto, que difiere del anterior esencialmente en no quedar supeditado a los intereses espaciales de las empresas mineras y no contar con las limitaciones físicas que imponía el arroyo de la Pontona. Se planifica el territorio de la Vega de modo paralelo a la carretera general, prolongándose las edificaciones hasta las proximidades del río. Respondiendo al nuevo impulso de la actividad minera como sector clave de la autarquía franquista, se acometen en este periodo la construcción de las barriadas de Fontoria y el barrio de “Blancanieves”; además de varios edificios públicos como las “escuelas nuevas”, el Hogar del Productor y el mercado municipal o “plaza cubierta” (estos dos último desaparecidos). Se acometen también nuevas obras de canalización del río Nalón entre La Chalana y el Sutu, proponiéndose entonces la ejecución de la playa fluvial.
Es también un momento de mejora en las infraestructuras, especialmente en lo concerniente a la red viaria, la pavimentación y la conducción de aguas, mejorándose las instalaciones telefónicas y de electrificación. Se produce además un considerable número de promociones privadas, siendo visible el crecimiento en altura de los edificios de viviendas, lo que ofrece una cierta idea de un movimiento especulativo en las zonas más céntricas de la villa. Se asiste, por otra parte, a un proceso de concentración de población en la cabecera municipal en detrimento de los núcleos rurales. Desde la Transición en adelante a acometen obras de importancia como el polideportivo municipal, el mercado de ganados (ya sustituido por otro recientemente), el nuevo centro de salud (levantado en una zona marginal de la villa y sustituido igualmente, siendo trasladado a los terrenos ocupados por la antigua plaza cubierta), nuevas unidades educativas, el nuevo juzgado o las piscinas municipales.
2.El itinerario de la trama urbana.
2.1. El antiguo Ayuntamiento

Durante los siglos XVI y XVII la Pola se configura en torno a dos ejes: la Calle del Sol y la Calleja de la Mora o Raimora en dirección a Carrio. Esta disposición refleja la tendencia obvia a que el caserío ocupase las laderas y no las tierras de labor, y será esta área donde se conserva la antigua casa consistorial la que se erigiría como centro neurálgico de la naciente villa. Se trata de un edificio del siglo XVIII, muy reformado a lo largo de los años, en el que se conserva el escudo con las armas de los León de Entralgo y en el que aún se puede intuir una de las dos inscripciones del siglo XVIII conocidas. La plaza de la encarnación era anteriormente conocida como plaza de la bolera, lo que da cuenta de su papel como lugar de reunión. En la Plaza Vieya (hoy Maximiliano Arbloeya) se erigía la capilla de San José, que ostentaba el escudo de los Álvarez de Cerelluelo que ahora se encuentra en la fachada del edificio de viviendas que ocupa el solar. En 1897 se destina por un breve lapso de tiempo a juzgado municipal y cárcel hasta que se inaugura la de La Pontona.
2.2. El Cine Maxi y el edificio “del Banco Herrero”

Desde principios del siglo XX se constataba un asentamiento de las modernas industrias del ocio. A la altura de 1908, en efecto, se documentan proyecciones cinematográficas en las ciudades asturianas más importantes y son habituales los cinematógrafos en Laviana. Como se ha indicado, llegan hasta el municipio incluso las novedades del teatro psicalíptico, haciéndose patente las resistencias a la difusión de su moral relajada. Así pues, las hostilidades contra el género y contra el teatro anticlerical se constataban, por ejemplo, cuando se hacía fracasar la representación de Ruido de campanas, de Vicente Lleó, por atentar contra la moral de la iglesia.
En Laviana funcionaron el Teatro Colón —desde 1909 llamado Canelo— y el Ideal; en 1930 se inauguraba el Cinema Moderno —popularmente llamado el Cine de Matilde—. El edificio del Maxi fue proyectado en 1941 por el destacado arquitecto Juan Manuel del Busto, e inaugurado en 1943 como sala de cine y de fiestas. Iba a denominarse Cine Palacio Valdés, pero finalmente se adoptó un nombre de la familia del empresario. Estuvo en funcionamiento hasta 1998. Destaca por su estilo Art Decó.
Levantado en el solar que ocupaba una antigua bolera, su gran fachada da a la calle principal de la Pola, con una disposición en dos alas laterales en torno a un cuerpo principal. Su estructura se conforma por medio de líneas rectas y cuerpos cúbicos, siendo contrarrestada por ventanas circulares y ovaladas y por una decoración en la que gana protagonismo la línea curva. Durante buena parte de su trayectoria, el Maxi funcionó también como sala de fiestas y, por citar un ejemplo temprano, ya en octubre de 1943 —el mismo año de su apertura— acogía el baile de fin de fiesta de las fiestas de Nuestra Señora del Rosario del barrio Tapia que el rotativo Voluntad calificaba de espléndido.
Reseñable también es el edificio conocido popularmente como “del Banco Herrero”, construcción de1905 en el que la entidad bancaria fijaría su sucursal en 1923. En éste se debe resaltar su estilo ecléctico y su decoración modernista. Priman en él las rotondas o chaflanes, ya que se beneficiaba a la vía pública y suponía una indemnización al promotor por el suelo perdido. Se introducen elementos de hierro en los balcones. Su fachada da a dos calles y la esquina se resalta en chaflán. Presenta puerta monumental en el bajo y un gran ventanal en el piso noble, rematándose con una cornisa con un marcado movimiento quebrado que produce un efecto de claroscuro.
2.3.Ayuntamiento

Finalizada la Edad Moderna el mantenimiento de las estructuras propias del Antiguo Régimen se hizo insostenible, consolidándose la revolución burguesa e implantándose el liberalismo. La expansión del nuevo régimen local no se vería exenta de dificultades, y se prolongaría en el tiempo en virtud del elevado número de concejos —divididos a su vez en numerosas parroquias— y por la existencia de cotos y jurisdicciones.
Entre mediados del siglo XIX y principios del XX el municipio había duplicado su población (de unos 5.000 a unos 11.500); y la villa, calificada como de primer orden, presentaba elementos que denotan perfiles decididamente urbanos: casino, bancos, hotel y restaurante, comercios, fonda y posada, almacén de harinas, tiendas de ropa, de víveres finos, quincallería, librería, tiendas de ultramarinos, fábrica de manteca y queso, tahonas, zapaterías y sastrerías. Era en la cabecera municipal, al tiempo de partido judicial, donde se fijaba la residencia del alcalde, del juez, del administrador económico, del jefe de telégrafos, del registrador de la propiedad, del ingeniero de minas y del médico. El teléfono llegaba en 1929 y, en 1931, funcionaban ya 60 líneas.
La estructura urbana se asentaba en torno a los dos tradicionales ejes paralelos de la calle de Arriba y la Calle de Abajo flanqueadas —según testimonios de la época— por modernos edificios. La primera terminaba en la plaza del mercado de ganado. La de Abajo se abría hacia la mitad a la plaza del mercado y la del ayuntamiento, destacaban el amplio kiosco de música, la avenida hasta la nueva iglesia y el nuevo ayuntamiento, amplio y funcional y en el que destacaba la gran sala de sesiones por su ornamentación y mobiliario (su posterior reforma en los años treinta acarrearía un buen número de críticas).
El espacio elegido para su erección fue el de la Vega o la Llosa, zona ocupada por hórreos, paneras y la capilla de San Miguel. Esta elección trasluce el cambio de modelo productivo de las actividades agropecuarias a las industriales, y no deja de ser significativa a nivel simbólico la “ocupación” pública de los terrenos más fértiles. En 1901, en efecto, se produce la petición del regidor Jacinto Alonso de un edificio consistorial por el pésimo estado del antiguo. En 1903, siendo alcalde Segundo Álvarez, se aprueba un presupuesto de cien mil pesetas —finalmente reducidos a la mitad—, prestado por el sacerdote don Nicolás Antonio Alonso al cinco por ciento de interés. Las obras se concluyen siendo alcalde Benito Menéndez García en 1905.
El arquitecto encargado de proyectar la casa consistorial sería Mariano Marín Magallón (1866-1924), presentando la construcción su estilo ecléctico cercano en su ornamentación al modernismo. Se trata de un edificio exento que responde a las características de los edificios consistoriales isabelinos: planta baja porticada por cinco arcos de medio punto sobres pilares y un piso principal resuelto a base de balcones rectangulares adintelados sobre los que se esculpe un friso de decoración vegetal, las ventanas están enmarcadas por pilastras corintias y tiene reloj cartel. Ha conocido numerosas remodelaciones. Ciriaco Miguel Vigil indicaba en 1897 que Laviana no tenía escudo, y éste se formó a partir de las armas de los León de Entralgo, los Quirós de Villoria y los Álvarez de las Asturias de Tiraña, presenta escudo en jefe con la Cruz de la Victoria, siendo el timbre la corona real.
El Ayuntamiento de Laviana obtuvo el título de Excelentísimo concedido por Alfonso XIII en 27 de septiembre de 1903, haciéndose resaltar su antigüedad pues constaba como tal reinando Juan II. Alberga la galería pictórica de Hombres ilustres del concejo, estando algunos de los cuadros firmados por prestigiosos artistas regionales.
En la plaza se localiza además la Casa del Pueblo, antiguo chalet de Don Benito, de estilo regionalista una vez desaparecidos sus elementos indianos. Es de planta cuadrangular con jardín perimetral y su fachada principal está formada por un cuerpo central retranqueado y dos laterales salientes. Presenta dos plantas y galería de madera en fachada posterior. Esta casa particular fue posteriormente sede del Sindicato Minero de Asturias (SOMA) que la decide comprar con los 6.400 metros de finca en 1927, siendo modificada en 1931 (y después en 1994). Durante la dictadura franquista fue incautada y denominada Casa de España.
2.4. Iglesia de Santa María de la Asunción

El seis de junio de 1889 Fray Ramón Martínez Vigil, obispo de Oviedo, constata a instancias del párroco José del Rosal Areces la insuficiencia del templo parroquial del otero para albergar a una población en acelerado crecimiento a consecuencia del proceso industrializador. Se inician en aquel momento las gestiones y se comienzan a abrir las suscripciones populares hasta que el 15 de agosto de 1895, en ceremonia solemne con misa de campaña oficiada por el Provisor de la diócesis José María Climent a la que asisten numerosas autoridades (el Obispo Martínez Vigil o el gobernador civil de la provincia, entre otros), se coloca la primera piedra del proyecto dirigido por el destacado arquitecto madrileño Luis Bellido (1869-1895) que daba en tierras asturianas sus primeros pasos profesionales como arquitecto diocesano vinculado al estilo historicista y evolucionando posteriormente hacia el modernismo, pero dejando ya entonces una impronta personal en sus diseños (recuérdense en este sentido los mercados madrileños y el macelo de aquella ciudad —fue el arquitecto municipal de la capital desde 1905 y entre 1900 y 1905 de Gijón— y, en Asturias, la iglesia de San Juan del Real —premio nacional de arquitectura— la de San Pedro de los Arcos o el seminario conciliar). Las obras se prolongaron por cuatro años, siendo el templo consagrado el día mismo de su inauguración por el obispo diocesano.
La crónica del evento habla de cómo Martínez Vigil llegaba a la Pola la mañana del día 14 acompañado del arquitecto diocesano Luis Bellido y de otros religiosos, uniéndose para los festejos cívicos de la noche el Provisor de la diócesis José María Climent Zimmerman, otros canónigos y mucha gente de los concejos limítrofes. La crónica de estos fastos la ofrece el párroco Rosal Areces. El recibimiento popular y oficial fue calificado de extraordinario, vistiéndose la Pola de fiesta solemne y acompañando la banda de música de La Felguera, los repiques de campanas y el estallido de los cohetes, que acompañaron al obispo desde el ferrocarril a la rectoral.
Ese mismo día por la noche se bajaba —como era tradición— la virgen del Otero a la capilla de San Miguel, presidiendo Martínez Vigil la procesión como impulsor y generoso mecenas del nuevo templo (por cierto que esta capilla, erigida en los terrenos del actual ayuntamiento, sería enajenada por la parroquia en 1901 para hacer frente a los gastos de construcción de la nueva casa rectoral). El día 15 se trasladaba la virgen al solar escogido que, para la ocasión, se había engalanado y rodeado gallardetes con un hermoso arco a la entrada en el que figuraba la leyenda: “La Junta de construcción de la Iglesia al Ilustre Prelado”. Vigil bendijo la colocación de la primera piedra, donando además una imagen de Nuestra Señora de la Asunción —imagen titular del templo— que presidiría el altar mayor y, en testamento posteriormente, un pectoral de amatistas con cadena de oro y anillo. Entre los obsequios realizados por los feligreses destacan la pila bautismal, la imagen de Santa Bárbara —por la Sociedad Francesa de Carbones de Laviana—, o una imagen de San José.
El templo sería consagrado en mismo día de su inauguración por el prelado el 13 de mayo de 1899 con una gran fiesta. En una cajita de latón, colocada bajo el ara del altar, se depositaron las sagradas reliquias de los mártires Vicente, Feliciano, Aurelia y Tecla, una inscripción latina en pergamino, medallas, monedas y un número del periódico Laviana. Hubo una plática del obispo, misa solemne de dedicación con predicación de Maximiliano Arboleya —máximo exponente del catolicismo social en España—. Al día siguiente se verificó el acto de comunión de los niños que fue oficiado por el prelado y, a la tarde, procesión del catecismo y un oficio solemne de difuntos que el párroco había organizado en memoria de los padres del obispo al que asistieron 42 sacerdotes y comisiones oficiales y particulares de varios concejos. Todos estos actos estuvieron, como señalan los testimonios de la época, muy concurridos. El rotativo nacional El Heraldo de Madrid daba cuenta del evento al día siguiente reseñando la torre 35 metros de altura y su altar elegantísimo, y destacando la celebración con romería e iluminaciones.
En 1921 se acomete una remodelación del templo a consecuencia del derribo de la torre por un relámpago, por lo que en la reconstrucción fue dotada de pararrayos, colocándose una cruz sufragada por la empresa minera Coto Musel. En igual fecha se colocan las tres vidrieras artísticas en el presbiterio, representando las virtudes teologales (Fe, Esperanza y Caridad) y una custodia, siendo costeadas por la Asociación de la Vela del Santísimo Sacramento.
Para afrontar la construcción de la rectoral proyectada por Bellido, la parroquia había enajenado en 1901 la capilla de San Miguel, como se ha indicado; aunque su construcción se prolongó hasta 1928 y fue rematada gracias a un préstamo de 15.000 pesetas de la cancillería del Obispado de Oviedo. De bella factura, en 1968 se derribó por problemas estructurales y se sustituyó por la actual.
Se trata de una iglesia de planta basilical, aunque originalmente de cruz latina, formada por nave central y dos laterales, crucero, cabecera poligonal y un cuerpo de pórtico, coro y torre de campanario central que antecede a las naves. Las naves se encuentran separadas por arcos apuntados cubiertas por bóvedas de arista. Denota una impronta historicista de estilo neogótico. En el exterior, el sillar se coloca en esquinas y vanos, siendo los muros de mampostería enlucida y pintada —aunque no en origen—, excepto el primer piso de la fachada.
La fachada engloba la nave central, articulándose el primer piso por medio de una torre de campanario de mayor altura formado por un cuerpo cuadrado de dos pisos. En éste se abre la entrada principal al templo en forma de arco apuntado en el exterior y de dintel de perfiles mixtilíneos en el interior, presentando el tímpano el escudo obispal y una inscripción. El segundo piso se abre sobre doble vano apuntado sobre el se sitúa un reloj. Por encima el campanario exento y abierto en sus cuatro caras por vanos apuntados y cubierto a cuatro vertientes por un tejadillo de metal.
Las naves laterales, la central y la cabecera se hallan reforzadas por contrafuertes rematados por pináculos, hallándose iluminadas por arcos apuntados. Los muros del crucero se abren en triple arco apuntado englobados en uno de medio punto. Las pinturas sobre tabla ubicadas en el presbiterio son obra del destacado pintor mural y restaurador Magín Berenguer (1918-2000), representando a la Anunciación, la Adoración, el Descendimiento y el Pentecostés. Destacan además las vidrieras de la epístola de 1918.
2.5.Escuelas Graduadas. Escuela Elena Sánchez Tamargo. Centro de Innovación y Desarrollo del Alto Nalón (CIDAN).

En otro orden de cosas, pasando a ocuparnos de una de las más relevantes realidades institucionales de la socialización, a medida que el Estado se fue reforzando se hizo más evidente la necesidad de crear ciudadanos, por lo que los gobernantes fueron conscientes de la importancia que revestía la alfabetización. En la década de 1840 se comenzaría a perfilar el sistema educativo nacional y se adoptarían medidas como la “Ley Moyano” de 1857, aunque a causa de los escasos medios de que se disponían aún medio siglo después no se había llegado a unos resultados mínimamente aceptables.
A mediados del siglo XIX, si nos atenemos a los datos contenidos en las fuentes, eran contados los escolares existentes en el municipio, siendo los espacios destinados para este fin educacional, generalmente, los pórticos de las iglesias, o incluso se impartían las clases bajo un hórreo o una panera. A finales del siglo XIX, por el contrario, la mayor parte de la población infantil se encontraba escolarizada. Se constataba, eso sí, una notable precariedad en lo referente a infraestructuras, hasta el punto de que en la cabecera municipal hubo de abandonarse el edificio construido para escuela pasándose a un local alquilado en una casa particular. A finales de 1896 el estado de la primera enseñanza en el concejo era el que sigue: había trece escuelas públicas distribuidas en 12 distritos, contándose dos de oposición de 825 pesetas, con 93 niños una y 87 la otra; una elemental de 625 pesetas, con 65 niños; una incompleta de 250 pesetas, con 40 niñas; seis elementales mixtas de 625 pesetas, con 265 niños y 128 niñas; tres incompletas mixtas de 250 pesetas, con 106 niños y 40 niñas; siendo por tanto el total de alumnos matriculados de 824. Para llevar a cabo este cometido educacional se contaba únicamente con seis locales propios, encontrándose tan sólo tres de ellos en regulares condiciones. En Entralgo y Carrio, por estas fechas, aún se mantenían las clases en el pórtico de la iglesia. Estas deficiencias existentes en la enseñanza pública conducían a que se estableciesen centros educativos particulares, existiendo seis de este tipo que se distribuían del siguiente modo: tres en la Pola con 50 niños y 40 niñas; uno en la Ortigosa, con 20 niños y 10 niñas; una en la Pumarada con 18 niños y 6 niñas, estimándose, pues, un total de 174 escolares. Funcionaba en la Pola, por otra parte, con una escuela nocturna de obreros católicos. En 1900, en cualquier caso, se autorizaban arreglos escolares en Laviana.
En 1891 se inauguraba en la Pola un colegio de primera y segunda enseñanza incorporado al Instituto provincial de Oviedo, para cuya edificación se había recurrido a la suscripción entre todos los padres de familia de la localidad y habiendo aportando el Ayuntamiento 2.000 pesetas anuales para su funcionamiento a condición de que se diesen los estudios de modo gratuito a cuatro estudiantes de familias humildes y que mereciesen tal formación por su aplicación e inteligencia. Este centro, en todo caso, cerraba sus puertas tras tres años de funcionamiento.
Desde 1929 funciona también en la Pola el colegio de religiosas María Inmaculada, orientado durante la mayor parte de su trayectoria a la educación de niñas y, desde hace unos años, colegio concertado mixto.
En el verano de 1894 se organizaba la primera colonia escolar de Asturias. Partía de una iniciativa acordada por el Claustro de la Universidad de Oviedo siguiendo el modelo que el Museo Pedagógico Nacional había puesto en marcha en 1889, inspirándose a su vez en experiencias europeas en las que Alemania había sido pionera. Se trataba con ellas de ofrecer unas vacaciones dotadas de contenidos educativos y tratamientos médicos a niños necesitados.
Desde 1901 la Junta de Colonias escolares de la Universidad de Oviedo organizó una segunda colonia de vacaciones con niños del partido judicial de Laviana, incluyendo escolares de Laviana, Langreo y San Martín del Rey Aurelio. En esta iniciativa tuvo mucho que ver la labor del maestro lavianés Adolfo F. Villaverde, quien desde 1905 dirigiría todo el proyecto auxiliado por su hijo el también maestro José F. Villaverde. La Junta cedía su local de Salinas para que se llevase a cabo. Aunque sin éxito, Villaverde intentó también que el proyecto cuajase en la Cuenca del Caudal.
Desde el verano de 1909, además de las colonias de Oviedo y Laviana, se organizaba una de niñas que acogía a alumnas de las escuelas públicas de Oviedo y del partido judicial de Laviana. La labor de las colonias gozó de continuidad y, a la altura de 1930, por iniciativa de la Asociación de Maestros Nacionales de Laviana, se constituía el Patronato de Colonias Escolares, que, amén de contar con la financiación de los ayuntamientos de Laviana, Langreo y San Martín del Rey Aurelio, solicitaban financiación al ministerio junto a que se potenciase la protección a los huérfanos. Esta Asociación, que fue sumamente activa y reivindicativa, organizaba la Asamblea Pedagógica del Magisterio de Laviana, evento que conoció varias ediciones y que gozaba de eco a nivel nacional.
Las escuelas graduadas, Escuelas Elena Sánchez Tamargo y actual CIDAN, se erigen entre 1924 y 1926, respondiendo a la tipología clásica del periodo primoriverista. Se trata de un edificio proyectado con fines pedagógicos, con planta en “U” y la fachada centra retranqueada y dos entradas laterales. Se construye sobre zócalo y en dos plantas en las que destacan la profusión de ventanas. La decoración es sobria. El acta definitiva de recepción se realiza en 1941. En la actualidad, y tras una acertada reconstrucción, en el edificio se ubica el Centro de Innovación y Desarrollo del Alto Nalón (CIDAN) que aglutina varios servicios públicos, a la vez que acoge buena parte de las actividades culturales y sociales del municipio.
2.6.Plaza de la Pontona

En el marco de una agricultura de subsistencia, y a la vista de las limitaciones de la industria, no es de extrañar que el comercio regional se limitase prácticamente al abastecimiento de los pequeños núcleos urbanos y a los intercambios ocasionales en ferias y mercados. En relación con ello, la solicitud para celebrar mercados en diferentes localidades durante el siglo XVIII respondía más que a un incremento sustancial de la actividad a las deficiencias presentadas por la red viaria, que dificultaban enormemente el tráfico mercantil. En Laviana se celebra un mercado semanal los jueves, fue solicitado para Lorío en el año 1776 y concedido para la Pola en 1786.
Los mercados campesinos eran espacios multifuncionales y polifacéticos. Eran centros de sociabilidad e información imprescindibles para las comunidades rurales y se caracterizaban por las amplias fluctuaciones de los precios de los productos básicos. En todo caso, un mercado no sólo era una ocasión para comprar o vender lo que era necesario para la explotación campesina, sino que también era un momento ideal para acudir a las atracciones de pago y a los festejos de la feria, para “hacer papeleo” o para acudir al burdel. Los mercados serían importantes puntos de contacto y fuente de rumores como materialización de una sociabilidad de género muy específica. Además, los mercados constituían un negocio espléndido para los taberneros.
Especialmente cuando se celebraba un mercado en la cabecera comarcal en el que los campesinos comercializaban algunas mercancías de sus escasos excedentes que resultaban imprescindibles para la vida cotidiana. Estos productos se ponían a la venta con el fin de hacer frente a los gastos derivados de la compra de manufacturas y algunos otros artículos. De ello nos ha dejado magníficos testimonios Palacio Valdés.
De este modo ocurría por norma general en la venta de ganado en un mercado tradicional. Este tipo de ferias de ganado eran en principio estacionales, pero con el desarrollo de la ganadería intensiva se pasarían a celebrar de manera continua.
Las ferias, en principio estacionales, pasarían a ser continuas con el desarrollo de la ganadería intensiva. Por ello, desde finales del siglo XIX, se crearon numerosos mercados de ganado y se fomentó la mejora de las explotaciones con premios ad hoc. En estas reuniones semanales, en todo caso, se solía comerciar con géneros menores —manteca, queso, huevos, cestería o tejidos—, reservándose las grandes ventas para las ferias de mayor entidad.
En Laviana éstas tenían lugar a comienzos de octubre y fueron consideradas como unas de las más importantes de la provincia, llegando la prensa nacional a señalarlas como las más relevantes junto las de Siero. Se movían miles de cabezas de ganado y se solía incidir en muchas ocasiones en la multitud de ventas y en el buen precio que alcanzaban las cabezas. El ganado lavianés, en efecto, era alabado más allá de los límites provinciales, tal y como por ejemplo señalaba el diario madrileño La Iberia cuando reseñaba la Exposición Regional Leonesa de 1876 tildando el ganado de nuestro concejo de magnífico. A estas ferias acudían tratantes de Castilla, País Vasco y Cataluña.
También gozaban de gran prestigio los jamones que se elaboraban en el municipio, e incluso establecimientos de ciudades como Gijón anunciaban en la prensa regional la disponibilidad de este apreciado manjar. A modo de anécdota señalar que, con motivo de las ferias de 1866 —que habían estado muy concurridas— se inauguraba el nuevo alumbrado público de petróleo con cuatro magníficos faroles que “inundaban de luz el centro de la villa”. A finales de aquel siglo se mejoraba el alumbrado con ocho faroles en elegantes columnas de hierro y, al parecer, muy bien distribuidos. El alumbrado eléctrico llegaría en 1901 y, en 1931, se reformaría todo el alumbrado de la villa. No se debe olvidar en este sentido que el salto de La Curuxera, gestionado por la sociedad anónima Compañía Popular de Gas y Electricidad de Gijón, gozó de suma importancia para el suministro eléctrico de aquella ciudad. Tan masiva era la afluencia al mercado que en los años veinte se solicitaba la creación de un urinarios públicos; y, durante décadas, el prestigioso ortopeda y especialista herniario C. A. Boer recibió los jueves en la Fonda de la Pontona, siendo la Pola la sede elegida para pasar consulta en la Cuenca del Nalón.
En 1935 se suspendían las ferias y concurso de ganado, retomándose su celebración en 1962 y constituyendo en la actualidad una de las citas ganaderas y festivas de mayor arraigo en el municipio. También se celebraron ferias de ganado con motivo de las fiestas del Otero, verificándose la romería en ocasiones en las cercanías de la plaza.
En la plaza del mercado de ganado se ubicó el edificio del juzgado de primera instancia, construido a finales del siglo XIX (su capilla había sido bendecida en diciembre de 1898). Estaba considerado como uno de los mejores de la provincia y disponía de servicios como locutorio, escuela, biblioteca, amplia sala de audiencias y cuartos de baño. Al lado del juzgado se erigía la cárcel, que había sido sometida en la época de la dictadura de Primo de Rivera (1925) a grandes reformas y disponía de amplias celdas con buen menaje y un amplio patio con frontón para el juego de pelota.
El juez de tendencia regeneracionista Alfonso Calvo había convertido la mazmorra en una cómoda estancia, adoptando medidas encaminadas a dignificar al delincuente. Contaba la prisión con cuarto de baño, comedor, salón de recreo con reproducciones de las obras maestras del Museo del Prado, calefacción en todas las dependencias, espléndido jardín, frontón, biblioteca con cerca de mil volúmenes escogidos, escuela con moderno material pedagógico y ropero. No se debe dejar de señalar la leyenda que rodea a la cárcel de Laviana, su importancia simbólica y su reflejo en el campo de las representaciones.
En la Plaza de La Pontona se localizaban, además, fuentes para el abastecimiento público y una posada. En 1898 se acometían las obras para el ensanche del puente, dado el tránsito de carruajes que generaban los almacenes de carbón situados en el entorno, lo que generó quejas entre los vecinos, al igual que la suciedad de la plaza a consecuencia del mercado y la insalubridad de las aguas a causa del matadero, de los vertidos de cuadras y del carbón. Todo ello confirma la centralidad de la plaza en el día a día de la villa, tanto en la antigua como en la moderna. De hecho, se prohibía lavar en el arroyo a finales de los años veinte, acometiéndose a principios de la década siguiente la construcción del lavadero de Fontoria. Al hilo de lo expuesto cabe reseñar que durante este periodo se habían constatado varias epidemias de tifus, lo que había ocasionado un profundo malestar entre los vecinos y fue frecuentemente manifestado en la prensa regional. Se demandaba con denuedo, y a fin de paliar tan perniciosas condiciones, que se mejorase el suministro de agua y se acometiesen la construcción de un lavadero público. En 1929, el concejal y empresario local Cándido Blanco se ofrecía a costear tales infraestructuras. En 1931 se abonaba el primer plazo para la construcción del lavadero y abrevadero de Fontoria.
En los años veinte se acometía la primera fase de cubrición del riachuelo en el entorno de la plaza, fue la época en que se instaló el alcantarillado de la villa. A comienzos de la década siguiente se cubría un segundo tramo y se procedía al saneamiento del tercero con la colocación de tuberías. En el año 1932 se iniciaba una nueva fase, pero en vez de retomarse la obra hasta donde estaba realizada a la altura de la carretera se comenzaba en la desembocadura, lo que acarreó numerosas críticas al maestro de obras (muy criticado también por la reforma del salón de sesiones del Ayuntamiento), ya que las inundaciones de 1931 habían anegado las inmediaciones de la escuela había multiplicado la demanda de que se procediera a cubrir aquél tramo (en ese mismo año se reparaba el macelo municipal y se levantaba un puente de paso para el mismo). En este sentido, en 1935 se iniciaban las obras de defensa de la Vega y del pueblo de Carrio contra las avenidas del Nalón licitadas por el Ministerio de Obras Públicas.



2.7.Santuario de Santa María del Otero.

Levantada posiblemente en el siglo XVI, fue la Iglesia parroquial hasta la construcción de la nueva, siendo objeto desde aquel momento de unas profundas remodelaciones que cambiarían de modo radical su fisionomía, reduciéndose de modo considerable su volumetría; la nave central, en concreto, parece ser que se acorta en unos ocho metros. Aunque en la actualidad es un templo de planta centralizada en forma de cruz griega, en su origen se trataba de una edificación de cruz latina. La fachada que actualmente da al cementerio parroquial era la primitiva entrada principal, mientras que la entrada a la capilla construida en el siglo XVIII se configura como tal en la actualidad desde 1924, cuando se acomete la construcción de la espadaña. La amplia rectoral se conservó hasta finales del siglo pasado. En el siglo XVIII, a iniciativa del obispo González Pisador, se impulsan importantes obras de ampliación que se acometen durante los años treinta del siglo XIX, aunque el pórtico se realizaría en 1801.
Destacan el retablo mayor del siglo XVIII (ramificación rural de los esquemas cultos de la catedral de Oviedo y obra del escultor Francisco Fernández Ribera), la talla de Nuestra Señora del Otero (de finales del siglo XIX o principios del XX, pero de la que se tiene noticia desde 1654), o la imagen del Arcángel San Miguel (antes en la capilla homónima y de tosca factura).
Fuentes Archivísticas:

—Archivo de Asturias (AA)
—Archivo Histórico de Laviana (AHL)
Fuentes hemerográficas.
Publicaciones regionales:

—Laviana. Revista de Asturias, 1896-1897 (ed. fasc., Gijón, Mases, 1988).
—El Noroeste
—La Prensa
—El Publicador
—El Pueblo Astur
—Voluntad


Publicaciones nacionales:
—Anuario Musical de España
—Anuario Regional Descriptivo, Informativo y Seleccionado de la Industria, Comercio, Agricultura, Profesiones, Arte y Turismo del Norte de España de 1932.
—El Clamor Público
—La Construcción Moderna
—La Correspondencia de España
—El Defensor del Contribuyente
—La Energía Eléctrica
—La Época
—La España
—Gaceta de los Caminos de Hierro
—Gaceta de Instrucción Pública
—El Heraldo de Madrid
—La Ilustración Financiero
—La Iberia
—La Libertad
—Madrid Científico
—El País
—La República
—Revista de España
—El Sol
—La Voz
Bibliografía sumaria:

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   ÁLVAREZ SUÁREZ, E. y GÁMEZ, E. M., Asturias. Guía monumental, histórica, artística, industrial, comercial y de profesiones, Madrid, 1923.
   BARRADO BARQUILLA, J., Fray Ramón Martínez Vigil, O. P. (1840-1904):Obispo de Oviedo, San Sebastián, 1996.
   BARROSO VILLAR, J., «Inventario histórico-arquitectónico de Asturias», Liño, nº 4.
   BELLMUNT TRAVER, O., y CANELLA SECADES, F., Asturias. Su historia y monumentos. Bellezas y recuerdos. Costumbres y tradiciones. El bable. Asturianos ilustres. Agricultura e industria. Estadística, Oviedo, Fototipografía y Tipografía de O. Bellmunt, Oviedo, 1895-1900, 3 vols. (fasc. Gijón, Silverio Cañada, 1988).
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Gijón 1900: Arquitectura de Mariano Marín Magallón, Gijón, Llibros del Pexe, 2004.
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*El presente texto forma parte del proyecto “Conoce y vive tu patrimonio” impulsado por la concejalía de cultura del Ayuntamiento de Laviana. Actualmente se está completando una consulta en el Archivo Histórico de Laviana a fin de enriquecer algunos aspectos de la investigación. Los resultados de tales pesquisas pasarán a engrosar este trabajo en fechas próximas. Luis Benito García Álvarez es personal docente e investigador de la universidad de Oviedo e investigador del programa European Network for Gastrointestinal Health Research (ENGIHR) de la European Science Foundation (ESF). Ha sido responsable de investigación de la Fundación Museo de la Sidra y ha desarrollado investigaciones para diversas instituciones. En la actualidad es el responsable de la candidatura de la Cultura Sidrera a Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. Premio Extraordinario de doctorado de la Universidad de Oviedo por su Tesis Sidra y manzana en Asturias. Sociabilidad, producción y consumo (1875-1936), ha obtenido dos premios GOURMAND (2005 y 2008) por sus libros Beber y saber. Una historia cultural de las bebidas y Las representaciones de la sidra. Ha publicado artículos en varias revistas con alto índice de impacto como Historia Social, Cuadernos de Historia Contemporánea o Historia Contemporánea (para esta última se encuentra dirigiendo en la actualidad el dossier “La comensalidad en la Historia”). 

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